En el mundo actual, la comunicación es clave. Ya sea que estemos conversando con un amigo, compartiendo una opinión en las redes sociales o haciendo una presentación en el trabajo, la manera en que nos comunicamos moldea cómo nos perciben los demás. Pero, ¿alguna vez has notado que algunas declaraciones no tienen el impacto que esperamos? Se sienten demasiado absolutas, demasiado amplias, y al final, pueden perjudicar el mismo mensaje que intentamos compartir. Un ejemplo de esto es una publicación que vi recientemente que decía:
“Es imposible que los cristianos voten por los demócratas.”
Ahora bien, independientemente de tu postura política, el problema con esa declaración es la naturaleza absoluta de la misma. No deja espacio para el diálogo, la comprensión o incluso un simple intercambio de ideas. En realidad, conozco a muchos cristianos que han votado por los demócratas, así como sé de otros que votaron por los republicanos o tomaron un enfoque diferente. Cuando hablamos de manera tan absoluta, corremos el riesgo de sonar menos creíbles porque ese tipo de afirmaciones a menudo no son ciertas para todos.
¿Por qué los absolutos no nos ayudan a comunicarnos bien?
El problema de comunicarse en absolutos es que cerramos la puerta a una conversación más profunda. Creamos un ambiente en el que las personas sienten que deben estar completamente de acuerdo con nosotros o rechazar nuestras ideas por completo. Y, aunque pensamos que nuestras declaraciones son firmes o audaces, a menudo dejan a las personas con la sensación de ser malinterpretadas o incluso rechazadas.
Todos sabemos que el mundo no es blanco y negro. La complejidad de la vida, las relaciones e incluso nuestras propias creencias significa que debemos comunicarnos con matices y cuidado. Cuando no moderamos nuestras palabras, especialmente al hablar de algo tan personal como la fe o la política, hacemos más difícil que los demás nos escuchen con un corazón abierto.
La alternativa: Comunicación reflexiva
¿Cuál es la solución a este problema? La clave está en la moderación. Cuando hagamos declaraciones, necesitamos preguntarnos, ¿Es esto un absoluto? Si nos damos cuenta de que estamos cayendo en una visión de todo o nada, es momento de hacer una pausa y considerar un enfoque más equilibrado y reflexivo. En lugar de decir, ‘Es imposible que los cristianos voten por los demócratas,’ podríamos decir, ‘Personalmente, tengo dificultades para apoyar a ese partido, pero respeto que otros puedan tener una perspectiva diferente basada en sus propios valores.’ Al hacer esto, dejamos espacio para un diálogo saludable y facilitamos que los demás se conecten con nosotros, incluso si no están de acuerdo.
La Biblia nos da sabiduría sobre el poder de las palabras y la forma en que hablamos con los demás. Proverbios 15:1 dice, “La respuesta suave aparta el furor, pero la palabra hiriente hace subir la ira.” Este versículo destaca la importancia de nuestro tono y enfoque en la comunicación. Cuando hablamos con gentileza, humildad y cuidado, no solo mantenemos viva la conversación, sino que también creamos un ambiente de respeto. Y en un mundo que a menudo parece dividido, eso es algo muy poderoso.
Construyendo Puentes, No Muros
Como cristianos, estamos llamados a comunicarnos de una manera que refleje el amor y la comprensión de Cristo. Al ser conscientes de cómo hablamos, podemos construir puentes en lugar de muros. El objetivo no es convencer a los demás de que tenemos la razón, sino comunicarnos de una manera que fomente la conexión y la comprensión, incluso en medio de desacuerdos. Al final, queremos que nuestras palabras señalen la verdad, pero también que muestren gracia.
Entonces, ¿cómo podemos ser mejores comunicadores hoy? Centrémonos en ser reflexivos, considerados y humildes en la manera en que expresamos nuestras creencias. Moderemos nuestro lenguaje y hagamos espacio para conversaciones respetuosas, incluso cuando no estemos de acuerdo. Al hacerlo, honramos a Dios y fomentamos la unidad en un mundo dividido.
Mientras andas a lo largo de tu día, recuerda las palabras de Proverbios 15:1. Usemos nuestras palabras para apartar la ira, no para despertarla. Comuniquémonos con gentileza, amabilidad y verdad.
Pensamientos finales:
Todos podemos ser mejores comunicadores, pero eso requiere la disposición de reflexionar sobre nuestras palabras y el impacto que tienen en los demás. Al hablar de manera reflexiva y moderar nuestro lenguaje, podemos crear conversaciones que conduzcan a una mayor comprensión y relaciones más profundas, tanto con los demás como con Dios.
Te invito a compartir tus pensamientos.
Sinceramente,
Jarissa